Brillando de mil fuegos, ella nos fascina y a veces tenemos la impresión de que es sólo privilegio de algunos... o de un tiempo. Todas las fases de la vida tienen sus alegrías y sus dolores. Se habla mucho de crisis hoy en día. Crisis de la adolescencia, de la media-edad, crisis existenciales a cualquier momento. Son horas donde paramos para pensar en nosotros mismos, donde adentramos nuestro yo y, finalmente salimos con la sensación de que alguna cosa aún falta, o está perdida.
Adolescentes quieren ser adultos; adultos darían todo para recuperar un poco de la inocencia perdida, para vivir lindos sueños de adolescentes que tal vez nunca se realizarán, pero que, mientras están allá, hacen vivir... viejos hablan del pasado con nostalgia y añoranza, como si ya no fuera posible experimentar momentos de felicidad. No se sueña de la misma forma cuando se tiene quince, veinte o cinqüenta años. Felizmente!!! Sí... porque en cada fase las perspectivas son diferentes y lo que está errado en el ser humano es justamente pensar que una puede ser mejor que la otra.
Es común que oigamos decir, con cierta tristeza: “en aquel entonces yo era feliz y no sabía...”. Creo que en muchos momentos de la vida la gente es feliz sin saber y sólo se da cuenta cuando esa felicidad no está más presente. Tal vez de aquí a diez, veinte años la gente diga la misma cosa del tiempo vivido ahora.
Porque cuando tenemos la felicidad al alcance de nuestras manos, es raro que sepamos como hacer para tomarla, cuidarla como un bien precioso e inestimable. Es pura pérdida de tiempo parar para reflejar en lo que fue, podría haber sido o será. Es preciso saber vivir lo que la vida nos ofrece en cada instante. ¿Los quince años ya no vuelven? Estén seguros que los cuarenta tampoco, ni los cinqüenta... entonces que podamos dejar las crisis para aquellos que aún no comprendieron que cada edad tiene su belleza, su valor, su importancia. Si así fuera, adolescentes no se cuestionarían sobre el futuro con ansiedad, los quinqüagenários no mirarían para tras con arrepentimiento y para frente con incertidumbre, porque cada uno sabría quitar el máximo de aquello que tienen y son, en el momento presente.
No existe edad para serse feliz y amar y soñar no es privilegio de jóvenes que tienen, teóricamente, toda la vida por el frente; es privilegio de aquellos que saben comprender que la belleza de la vida está en despertar cada mañana, mirando en torno a sí y decirse que, si la vida debe ser un fardo, que sea de flores; que hoy es y será mejor que ayer y mañana, porque el ayer se fue y el mañana es un misterio que debemos descubrirlo poco a poco
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